Hace sólo unas semanas, Europa era como la tendera de la esquina. Era nuestra amiga, la que siempre estaba ahí para lo que quisiéramos, la confidente que nos contaba lo que sucedía y lo que iba a pasar, la que nos ‘fiaba’ sin problemas y estaba dispuesta a facilitarnos la vida en caso de algún problema,… Pero se acabaron las elecciones europeas y me da la sensación de que la tienda ha cerrado y han puesto un supermercado de una multinacional donde no sólo no están dispuestos a ayudarte en nada, sino que en el fondo ni les interesas. Ellos van al negocio y si por el camino se deben cargar a quien haga falta, pues se hace, que lo importante es el dinero.
Y buena prueba de ello es el nuevo acuerdo que se quiere cerrar con Marruecos para el precio del tomate, pero de paso para todo el sector hortofrutícola. Hasta antes de los comicios, todos tenían claro que no se iba a aceptar el “chantaje” de nadie; ahora se negocia una “salida” que ponga fin a este enfrentamiento y que permita que el país vecino vuelva a vender sin problemas por toda Europa, a precios de tercer mundo, aunque para ello se deban llevar por delante el sector español.
Y lo peor es que no es nada personal. Sino un simple negocio. Tanto que hasta España ve con buenos ojos este acuerdo, entre otras cosas porque así deberá servir para que se firme el acuerdo pesquero que lleva demasiado tiempo con los barcos amarrados en los muelles. Pero claro, de eso no se habla, ni se habló en la campaña electoral, como no se habla de que los exportadores de tomates y otras frutas y hortalizas marroquíes son europeos (y muchos de ellos españoles) y que no están por la labor de perder dinero.
Para eso ya están los agricultores. Porque, no nos engañemos, los que va a salir perdiendo, y mucho, es el sector hortofrutícola, que no sólo verá como no podrá competir en precios con su rival marroquí, sino que, en especial, le seguirá exigiendo Europa unos controles de seguridad que no pedirán a los demás. Y en tiempos de crisis, la calidad siempre se queda en segundo lugar ante una buena oferta.
Y el problema de fondo no es sólo el tomate de Marruecos, sino que se ha abierto una puerta a todos los terceros países y, de la misma manera, lo que ahora es una hortaliza, luego (y por desgracia antes que tarde) será un cítrico con mancha negra sudafricana o cualquier otro producto agrícola o ganadero que interese aceptar en el seno de la UE a bajo precio y alto beneficio para algunos: Eso sí siempre por el interés de toda la Unión Europea. Esa UE que tan cerca estaba de todos hace unos días y que ya parece haberse olvidado que España, y en especial su campo, también forma parte de ella.